De Chucho a Kuhn Cho

He vuelto a Asia después de 10 años, y la sensación de familiaridad y diferencia me abraza. Tras un tercer viaje a Turquía (sobre el cual hablaré en otro post), puse rumbo a Bangkok, Tailandia, para encontrarme con el equipo de La Galería SAC, responsables de la residencia artística de tres meses para la cual fui seleccionado. Bangkok es una ciudad vibrante, con una cultura fascinante y contrastes cautivadores.

Lo curioso de Chiang Mai, la ciudad donde pasé mi residencia, es que mi estudio estaba literalmente frente al templo de Wat Umong, uno de los más destacados en la ciudad. Chiang Mai, que en tiempos fue la antigua capital de Tailandia, hoy es conocida como la "Ciudad de los Templos", con un total de 300.

Mi curiosidad por realizar un retiro de meditación me llevó a una grata sorpresa: mis amigas administradoras me informaron que justo al cruzar la calle se encontraba un templo. Me imaginaba una estructura pequeña, ya que tras esas paredes deterioradas no se veía mucho. La sorpresa llegó al descubrir un complejo con una impresionante pagoda, dos serenos lagos e incluso un centro de meditación Vipassana. Pedí información sobre el retiro y me explicaron que tenía un costo de 250 bahts (unos 8 dólares al día), que incluía comida, una habitación con colchoneta e instrucciones iniciales de meditación.

No fue sino hasta ese momento que me di cuenta de cuán arraigada estaba mi educación católica. Tras las instrucciones iniciales, nos indicaron que no debíamos hablar (para conservar energía y concentración), que evitáramos el uso de dispositivos electrónicos, fragancias intensas y que no comiéramos alimentos sólidos después del mediodía. Durante años, había lidiado con complejos relacionados con mi apariencia física, por lo que me resultó inusual estar en un programa que promovía comer menos y evitar la gula.

El silencio resultó desafiante, ya que muchos no ofrecían explicaciones, pero tuve la suerte de encontrarme con dos ingleses que me brindaron consejos esenciales. Uno de ellos, Greg, era casi un "rebelde" con años de experiencia en la meditación.

Me advirtieron que los monjes nos enseñarían lo básico sobre la respiración, la postura (llamada "udo") y la meditación caminando.

Pasé tres días en silencio, sin comunicarme con mi familia y con el teléfono apagado. Fue entonces cuando me di cuenta de cuán dependiente era de mi teléfono. Al solicitar al monje permiso para usarlo, simplemente sonrió, como si dijera: "Joven ingenuo, aquí puedes hacer lo que quieras y seguir lo que dicta tu corazón. No estamos aquí para juzgarte". Su mirada expresaba: "No tengas expectativas para evitar decepciones; vive el presente". Solo preguntó: "¿Quieres la clave del Wi-Fi?". Decliné, ya que tenía mi tarjeta SIM, y mi teléfono estaba en mi habitación.

Al final, decidí quedarme seis días, y debo decir que empecé a ver muchas cosas de manera diferente, especialmente cómo percibía el mundo y su gente. Me sorprendía enormemente disfrutar del desayuno 😅.

Para romper con estos contrastes, ya había planeado regresar a mi habitación. Las diferencias eran notables; decir que solo la cama en mi residencia en Umong Park era más grande que la habitación en el templo me hizo reflexionar sobre cuán agradecidos debemos ser por las cosas que tenemos en la vida, las cuales a veces pasamos por alto.

Al día siguiente, después de regresar, asistí al festival de Songkran, el Año Nuevo tailandés. Lo que comenzó como una batalla de agua, simbolizando la purificación de las malas vibras, se convirtió en un espectáculo sorprendente que ha sido replicado en países vecinos. Esto inspiró una serie de trabajos. El impacto fue tan profundo que decidí no consumir alcohol durante el día y, en su lugar, documentar tantas experiencias como pude.

Tailandia resultó ser una revelación para mi trabajo. Hasta ahora, he visitado cinco países del sudeste asiático, por lo que planeo dedicar un post a cada uno para una exploración más detallada.

Finalmente, el título de este post hace referencia a "Chucho", un apodo común para quienes se llaman Jesús. En Tailandia, adopté el nombre oriental de "Kuhn Cho". Existe una tradición en la que los occidentales adoptan nombres orientales para facilitar su pronunciación y viceversa. El mío es "Kuhn" (Sr.) Cho (suerte).

¡Gracias por leer!

Kuhn Cho